3/3/11

Así fue el taller con Óscar Molina en Madrid.

Aquí os dejamos una reseña del pasado taller con Óscar Molina en Madrid.
Os recordamos que este próximo fin de semana Óscar repite el taller en la sede de BlankPaper en Valencia. Si os queréis apuntar escribid a laescuelavalencia@blankpaper.es
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 “Para asistir a mi taller, cada alumno debería haber escuchado al menos 50 veces una obra de Bach. Es más, creo que a partir de ahora voy ponerlo como condición. Dicen que uno puede pasarse toda la vida escuchando a Bach sin que se agote. Esto es arte”. 
Y éste es Óscar Molina: un creador original y polifacético, amante de la fotografía y de la música. El pasado fin de semana, nos ofreció ‘Detrás de la cámara’, un taller sobre la creatividad y sus trampas.
‘Detrás de la cámara’ analiza todo que nos lleva a realizar un proyecto fotográfico. Óscar ha estudiado y catalogado con la precisión de un cirujano el proceso creativo y su ritmo intrínseco, y ha elaborado un sistema que mezcla filosofía, tradición zen y psicología.
“Normalmente suelo hablar de pie, me gusta moverme y caminar, pero tengo un esguince en el tobillo y esta vez no voy a poder hacerlo”. Después de esta advertencia, Óscar, un terremoto energético, arranca preguntando a cada alumno qué representa la fotografía en su vida. Y justifica su pregunta de esa forma: “Para mí, la fotografía es muy importante, yo me juego la vida en ello y no precisamente porque me dedique a retratar los países en guerra. Te puedes jugar la vida desde el sillón de tu casa”.
Enseguida nos introduce al corazón de su metodología. Su cartografía del proceso creativo está basada en la respiración. Para él, crear equivale a respirar y los nudos creativos son “mocos”, problemas respiratorios que pueden llegar a crear un “asma creativo”, eso es, el colapso momentáneo o absoluto de todo esfuerzo artístico.
Óscar cataloga cinco fases del proceso creativo: información, gestación, iluminación, revisión y socialización. Y hace hincapié en que la creación tiene que pasar por el centro de nosotros mismos, entrar en contacto con la parte más intima del creador, de la misma forma que el aire alcanza los alvéolos pulmonares para transformarse en el oxígeno que necesita un organismo vivo. Eso, por supuesto, si uno aspira a que su obra trascienda en el tiempo.
Si en la fase de la información hay que tener una actitud de gran angular, es decir, estar receptivo a todo tipo de influencias, en la fase de la gestación, en la que empieza el viaje hacia dentro, hay que “focalizar el ángulo de visión”.  La metáfora que usa Óscar en este caso es la preparación de una tarta. Obviamente tenemos que saber qué tarta queremos hacer y qué ingredientes necesitamos. Después, es cuestión de tiempo y calor, donde por calor se entiende motivación, compromiso, posicionamiento, fascinación con el proyecto que se lleva a cabo.
En cuanto a la iluminación, Óscar subraya que “no es cuestión de creer, sino de experimentar”. La iluminación es el espacio del ser y a este propósito, Óscar habla de “dieta creativa”. Él tiene una y la sigue a rajatabla; incluye, entre otras cosas, no ver nunca la televisión y escuchar música nada más levantarse. Pero advierte; no puede recetar dietas creativas a lo demás, cada uno tiene que encontrar la suya. 
Sobre la revisión, destaca que no cree en los procesos ‘democráticos’, es decir, de nada sirve enseñar nuestra obra a cualquiera e ir cambiando de rumbo según lo que nos vayan comentando. Él aconseja tener a dos o tres revisores de confianza y ceñirse a lo más importante de esta fase de la creación: el criterio, que tiene que haber sido marcado desde la fase de gestación. Si no, no hay solidez en nuestro proyecto.
Con respecto a la socialización, eso es, el momento en que nuestro trabajo despega y llega a ellos, a los espectadores, vía exposición, libro, blog, charla… Óscar es tajante. El mayor peligro es caer en la tentación de encontrar una fórmula mágica, comercial, socialmente aceptada, y empezar a repetirse una y otra vez. La única solución posible: arriesgarse, volver a emprender el camino inseguro de la búsqueda y la investigación porque crear, dice, ni es cómodo ni es divertido: es más bien “intenso” y requiere mucha concentración.
En cada etapa de la creación, Óscar ha identificado varios tipos de trampas. La insatisfacción, por ejemplo, “un motor esencial para avanzar, el combustible del proceso creativo”. ¿Dónde está el problema, según él? Que no sabemos estar insatisfechos, nos ahogamos cuando aparece este estado de ánimo y entonces es cuando llega la impaciencia, que nos hace desear resultados óptimos e inmediatos. Óscar asegura: “La paciencia es una virtud creativa extraordinaria”.  
Durante del proceso creativo, suele aparecer otro hermano de la inseguridad: el miedo, un viejo conocido de todo creador, capaz de paralizar y hasta matar la creación. Óscar lo tiene clarísimo: “Sólo de nosotros depende convertir un obstáculo en oportunidad”.  También aparece el revisor, aquel personaje que surge en nuestra cabeza y que se dedica a poner trabas: que si el trabajo no es bueno, que si no va a gustar, que ni no está a la altura… Óscar aconseja ignorar en la medida de lo posible a este personaje y entregarse al revisor bueno, aquél que nos acompaña durante todo el viaje creativo y que tiene voz propia en la cuarta etapa, la de la revisión.
Óscar advierte: “No se trata de sumar contenidos: talleres, carreras, equipos caros… ni se trata de proporcionar un masaje a los sentidos, cómodo pero estéril. De lo que se trata es de respirar”. Y no de triunfar, si por éxito entendemos fama, reconocimiento, dinero. Lo que importa, para él, no son las tendencias, sino las historias personales.
A lo largo de 16 horas, Óscar aborda con una energía desbordante muchos conceptos relacionados con la creatividad. Su método es socrático: “Hay que estar totalmente seguros de lo que no se sabe”. Le gustan los interrogantes. Nos pregunta, por ejemplo, cuál es nuestra principal influencia artística y acompaña su curiosidad con una reflexión: “No es lo mismo copiar que crear desde una influencia. La influencia te toca la cabeza y el corazón, te mueve hacia ti mismo y te impulsa a descubrir quién eres como creador. En definitiva, te lleva a crear cosas originales”.
Óscar revela que su referente es Bach. Tras un breve reflexión, brotan nombres como Edgar Allan Poe, Ryzsard Kapuściński, Luis García Berlanga, Luigi Ghirri, Stephen Shore, Van Morrison, Walker Evans, Picasso, Rodko, Martin Parr, la Bauhaus, Michael Ackerman…
La lógica consecuencia es, por lo tanto, preguntarse: “¿Qué fotógrafo quiero ser? ¿Quién soy como fotógrafo?”. Y aquí es cuando Óscar revela la importancia de la ‘imagen semilla’, aquella fotografía que nos abre un camino creativo y nos conduce hacia la profundización de un determinado proyecto.
En la exposición de su razonamiento, trabaja con antónimos. Opone evasión a concentración; descanso a meditación y silencio; genialidad a ingenio; ambigüedad a sugerencia. Estas oposiciones de conceptos sirven para afinar nuestros planteamientos artísticos. “En lo ambiguo se materializa algo que carece de estructura definida, que deja poco espacio al espectador. Lo sugerente, en cambio, abre un espacio abierto y flexible al espectador desde una intención perfectamente definida”.
Óscar insiste en la importancia de incluir al espectador dentro del planteamiento de una obra, “porque hace tiempo que descubrí que somos tres: el creador, la obra y el espectador”. También insinúa alguna respuesta tras tantas preguntas a bocajarro, pero sus enunciados recuerdan los oráculos sibilinos. “Prefiero sugerir antes que formular. Cada uno tiene que encontrar su respuesta; si intentara ofrecerla yo, fallaría”.
En su exposición, recurre a referentes que van desde la literatura, hasta las artes, la música o la fotografía. Cita al poeta José Ángel Valente: “Escribir es una aventura totalmente personal. No merece juicio. Ni lo pide. Puede engendrar, engendra a veces en otro una volición, una afección, un adentramiento. Otra aventura personal. Eso es todo”. O a Eugen Herrigel, autor del libro ‘Zen en el arte del tiro con arco’:  “La inspiración, dijo una vez el maestro, liga y une, reteniendo el aliento se realiza todo lo que es justo, y la espiración libera y consuma, venciendo toda restricción”. Habla de Valcárcel Medina, John Baldessari, Herman de Vries, Antoni Muntadas…
El taller de Óscar Molina es una experiencia que induce a la profundización y el encuentro con uno mismo. Él, excelente comunicador, no duda en recurrir a anécdotas autobiográfica para transmitir su sabiduría. Cuenta, por ejemplo, que sus padres le regalaron cuando era pequeño su primera cámara y que le dijeron, cuando se acabó el primer carrete: “A partir de ahora, vas a tener que tirar las fotos sin carrete y luego nos cuentas qué fotos has hecho”.
Este episodio marcó toda su trayectoria artística. Su fotografía siempre ha estado muy unida a la literatura y esto se nota en su último proyecto, ‘Ammonites’, en el que ha inventado un juego inagotable entre fotos de fósiles y palabras (http://www.oscarmolina.com/omesg-ammonites.html). “Los proyectos no se inventan, surgen de la evolución artística de cada creador”, asegura Óscar.
Una última observación. Durante el taller, Óscar advierte una y otra vez: “Mi experiencia en fotografía es totalmente subjetiva, no se puede demostrar”. Al mismo tiempo, traza gráficos y cuadrantes en la pizarra, que recuerdan las curvas y los diagramas de la economía. No maneja variables como la demanda y la oferta; él recorre al miedo, la inseguridad, la insatisfacción. Por cierto, las mismas pulsiones que han llevado al colapso de las Bolsas mundiales en varias ocasiones, porque en el fondo, el pánico o el optimismo mueven los cimientos del mundo financiero. ¿Por qué entonces la economía s considerada una ciencia y la creatividad no?

Valeria Saccone



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